Isidora Beotas
Mi afición por la cocina empezó el día de mi bautizo cuando recibí el nombre de mi bisabuela, gran cocinera de principios del siglo XX.
Mis comienzos fueron en una pequeña cocina de carbón siendo tan solo una niña. Allí cacharreaba y experimentaba con lo que buenamente podía, así surgió mi inquietud.
Cuando llegó el momento de elegir una carrera, mi gran sueño era el de ir a una escuela de cocina, para poder incrementar la habilidad por mi pasión, los fogones. Pero mi padre tenía otros planes para mi futuro, era el dueño una farmacia, carrera ideal para una mujer en aquellos tiempos. Aun así, no cese en mi empeño, seguí cocinando para todo aquel que quería ponerse en mis manos, sin descuidar mis estudios de farmacia.
En una de estas cenas, conocí a un hombre que haría más posible mi sueño. Ese hombre textualmente me dijo “te vas a casar conmigo y te voy a poner un restaurante” y como veréis dicho y hecho.
Los comienzos fueron durísimos. Aterrada sin ningún apoyo y muchas deudas, pero con una cocina autodidacta, siempre sincera e intentando conseguir el mejor producto, y sin perder nunca la ilusión. Llegaron las nuevas tecnologías, con todo el boom de escenificaciones, nitrógenos y sifonazos. Yo erre que erre me volví más guisandera que nunca.
Siempre siendo fiel al estilo, el pequeño Almacén fue creciendo. Y todo lo que se ganaba se invertía para seguir mejorando. Se corrió la voz y cada vez más gente vino a visitarnos. Parecía que ahora sí apostaban por nosotros.
La prensa con buenas críticas, dieron ese empujón para poder consolidarnos y los premios como la nariz de oro, hacían aún más atractivo nuestro pequeño negocio.
Fue entonces cuando construí la cocina de mis sueños. 200 metros de cocina con 16 fuegos, dos planchas y dos hornos, que me ayudarían a mi equipo y a mí a seguir creando satisfacción para mis clientes. Entre plato y plato también tuve tiempo para ser madre, aunque hay que elegir muy bien los días para tener tus hijos, yo siempre en domingo por la noche día de descanso.
Con el tiempo el restaurante empezó a crecer. Ampliamos el edificio, habilitamos una terraza con unas vistas espectaculares, y con ello, empezamos a aceptar bodas, comuniones, bautizos, laboratorios, congresos y cualquier tipo de evento. Se siguió corriendo la voz, cada vez trabajábamos más y mejor.
Actualmente puedo decir que he cumplido mi sueño de cuando era pequeña, y con el reconocimiento de mucha gente. Ahora toca seguir en los fogones para seguir haciendo a la gente feliz durante un rato, por mucho tiempo.